viernes, 19 de abril de 2024

65: Regreso al año de la revelación (historieta de cinco páginas y un artículo de opinión más abajo)







Hacía muchísimos años que no me embarcaba en una historieta tan larga. Ha sido atroz a pesar de que no son más que monigotes, pero creo que el tema merece la pena, por cuanto en ella se encierra una verdad incómoda con respecto a las protestas que nos traemos los que nos ponemos bata de cola, léase toga, en los actos judiciales.

Debo puntualizar que no me veo afectado por la problemática de la Mutualidad de la Abogacía. Mi padre, con su sabiduría del rural extremeño y sus pocas letras, sin haber leído una sola línea de las condiciones, ya nos advirtió que tuviéramos cuidado, que una vez agotado el dinero metido en la Mutualidad, la pensión se terminaba. En cambio, poco o mucho, la Seguridad Social siempre estaría obligada a aflojar la gallina.

También se olía lo de la pirámide… Y luego sus hijos son los que tienen carrera…

Por descontado, el 99% de los mutualistas no se leyeron las condiciones al firmar, pues en nuestro mundillo brilla cromado el refrán “en casa de herrero, cuchara de palo”. ¿Cuántos abogados hay también que desconocen las condiciones de sus seguros de coche, hogar… no digamos ya de los productos financieros? Como todo hijo de vecino, nos entregamos en cuerpo y alma a las buenas maneras, palabras y sonrisas del comercial de turno. Y es que juntas a dos o más abogados y es más fácil engañarlos que a los chinos.

Así pues, gracias a la luz y guía paterna, desde el día 1 estoy dado de alta en el RETA, cosa que duele cada fin de mes, pues estos cabrones no se olvidan de pasar la bandeja, y si no hay parné en la cuenta ya se encargan de accionar los pertinentes mecanismos de constricción. Duele, más si cabe cuando unos días antes acabas de pasar por el aro de los modelos 130, 303 y los que caigan de la AEAT. Duele por cuanto pagas, aún con la mínima, más que por un trabajador por cuenta ajena y por conceptos que no están contemplados como derechos para los autónomos.

Obviamente, el problema de la Mutualidad de la Abogacía es su atractivo: metes lo que quieras y cuando te dé la realísima gana. Hay unas recomendaciones para las aportaciones, pero son solo eso, recomendaciones, con el mismo peso y fuerza que las de la ONU.

Luego, asumes las consecuencias de tus propios actos. Conozco compañeros del gremio, con nombres y apellidos, que llevan años sin aportar un solo céntimo a la Mutualidad y, por supuesto, no están de alta en el RETA. Pero no digo que lleven uno o dos años, no, que va, diez, quince… Supongo que son los mismos que ahora, peinando canas y con churumbeles a las puertas de las universidades madrileñas, aúllan más que nadie tras la pancarta y donde tercie: ya se sabe que el que está jodido protesta, pero no todo aquel que protesta está jodido por mera casualidad.

Otra cosa es la del Turno de Oficio, que sí me afecta y de lleno. Me di de alta nada más cumplir los puntitos reflejados en uno de los primeros artículos de esa Ley tan chusca como es la de la Justica Gratuita; puntitos que distan mucho de ser lo que cree el populacho, que piensa que basta con haber salido recién horneado de la Facultad y con babero. De alta porque ayuda a pagar facturas, aunque para esto último albergo aún mis dudas de si merece la pena tragar tanto fuego para tan poco agua.

Nada más ser admitido en el risueño grupo de los togados “sociales”, me di cuenta de las carencias y deficiencias del sistema, del que los abogados somos las principales víctimas. Carencias y deficiencias que yo denuncié desde el instante que comencé a sufrirlas, recibiendo como respuesta por parte de los “compis” miradas aviesas, mohines y silencios en plan “el pesado este siempre con sus quejas”.

Pero resulta que llega el año 2023 y… ¡BOOM! ¡Todo estalla! Llegó el Año de la Revelación. Flores en el pelo, hogueras y tetas sin sostén. De pronto, todo el mundo cae en la cuenta de que le va a quedar una pensión de mierda con la Mutualidad, acorde, supongo yo, con lo que han aportado, pues si atendemos a esas jocosas entrevistas que se publican en medios, otorgadas con dispendio por dinosaurios con toga o miembros de tal o cual colegio de procuradores, resulta que, tras hacer las cuentas con una regla de tres, estos ilustres del Pleistoceno jurídico no contribuyeron más allá de 1.000 € al año de media.

Cosas como estas son las que luego legitiman a iletradas como Elisa Docio, que no tiene ni puta idea de lo que habla, pero acierta en cuanto a tachar de gorrones a ciertos espabilados del gremio, pues ahí están, y nadie lo puede negar, esos que se creen que la SS les va a poner en bandeja una prestación a todo tren aún cuando se han tirado 40 años sin poner un chavo. 

Por supuesto, la iletrada Elisa Docio se las da de lista y mete a todo quisqui en el mismo compostero, bajo la premisa estereotipada de que todos los abogados nos echamos gomina al pelo, llevamos traje de Armani, conducimos un Porsche 911, jugamos al golf, tenemos chalé y llevamos del brazo un florero con más silicona en la delantera que neuronas dentro de la cavidad craneal. Como si no los hubiera que vamos al peluquero cada 8 meses por no pagar 10,50 € con demasiada generosidad, trabajamos en un despacho con manchas de humedades que ya parece una obra de arte abstracta, extendemos la vida útil de los aparatos hasta más allá del récord Guinness, usamos papelería de publicidad pues hasta los postçit se han vuelto prohibitivos, tenemos la ropa con roces de desgaste, vamos en el coche familiar (y que no le pase nada), no jugamos ni al parchís, vivimos encajonados en un bloque de viviendas, etc.

Por favor, señora Docio.

Pero el estereotipo cunde, pues a mí, por ser abogado, me han llegado a preguntar si soy aristócrata…

Lo que particularmente me revienta de este Año de la Revelación, que primero vi con esperanza y que ha acabado por marcar 1 de enero para el contubernio de los avispados en un gremio con nulo corporativismo y menos empatía entre sus miembros, es que también algunos, que llevan incluso más de 30 años en el Turno de Oficio, se han percatado de la mierda a paladas que hay; la misma en la que me enfangué ya durante mi bautismo de fuego, por cuanto los abogados de oficio somos lo más bajo del escalafón. 

Por desgracia, en esto del Turno de oficio la peña sufre del mismo descuido de no tener ni de idea de qué está hablando. Me sonrojo al recordar a ciertas personas que hasta cierta reunión creían que nos pagaban conforme al baremo de honorarios aprobado para los colegios de abogados y que, en nuestro caso (Galicia), lleva desde 2002 sin actualizar… Ojalá… Ahí ya demostraron que no saben del asunto ni la primera letra en mayúscula.

Mierda de oficio hasta los sobacos que a nadie le preocupaba ni molestaba hasta 2023. Como en plan sarna con gusto… Y lo que decía antes: si te quejabas, tus mismos compañeros te ninguneaban y humillaban.

Pero sucedió “algo”.  Sobre todo entre aquellos que ahora se rasgan las vestiduras y vienen con tonterías de esa huelga del sindicato Venia de la que los jueces pasan olímpicamente y cuyo discutible derecho (humano según los más dados a las fantasías), solo lo ejercitan para paralizar vistas y comparecencias, pero no plazos de presentación de escritos, que estos se cobran al justificar.

Ni idea de nada, amigos. 

Yo, por supuesto, no voy a dejar de abrir la boca por mis derechos, pero no por eso voy a dejar de meter el dedo en la llaga o en el ojo de quien sea.


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