Rompemos una lanza a favor de las compañeras.
Lo mismo da que sea un despacho con una mujer y un hombre, con tres hombres y una mujer, que uno de tres mujeres con un solitario varón. Y si no es así, que alguien me contradiga en mi experiencia.
Como iba diciendo, lo mismo da, ya que la fémina siempre será la secretaria o “la chica” para los clientes, que lo dirán, encima, con cierto tono regado con un buen caldo de desprecio y asco. Sí, es así. No entra en sus torpes molleras ni la más mínima posibilidad de que lleguen a poseer carrera universitaria. ¡Imposible!
Seguramente si yo fuera el que estuviera leyendo esta líneas y no el que la está escribiendo, miraría de soslayo a la orla de promoción para darme, una vez más, cuenta de que las caras pobladas de pelusa o barba no representan más allá del 10% en su superficie enmarcada y colgada en el despacho o en el salón de casa de los padres de uno. Todo esto no obedece más que a una sociedad machista, pero ojo, que las mujeres son mucho perores con las propias mujeres. Serán las que empleen el desprecio hacia esas otras que trabajan como pasantes o como abogados (como secretarias de verdad, ya la cosa se pone bien fea).
Como iba diciendo, no sé si con mucho acierto y tino (espero que sí para iluminaros), será “la chica”, alguien “que le han hecho el favor de darle trabajo”, que “no se entera de nada”, que “solo está para abrir la puerta y recibir las broncas de los clientes”. Y si es amable, incluso, solo está “para que se abra de piernas”.
No es muy difícil determinar el origen de esta actitud por parte de la clientela (y por parte de algunos compañeros varones y, como ya indiqué, de mujeres). Todas nuestras simples pesquisas nos llevan al hilo de una sociedad un tanto cabeza cuadrada. Por un lado ser abogado es un trabajo de hombre y con esa opinión te encontrarás en muchos sitios. Las mujeres que han estudiado Derecho, para ellos, son las que fueron a la facultad a pasar el rato o a buscar marido, y si piensan trabajar gracias a sus estudios superiores es para hacerlo en una empresa tras un panel, o de procuradora de los tribunales (considerado por algunos como un trabajo al que deberían de dedicarse todas las mujeres, dejando la abogacía a los hombres). En este último oficio de la procuraduría, si encima tiene hijos, disgusta.
Una mujer abogado solo la conciben como una machorra de los años ´70, defensora de divorciadas (que aunque hayan pasado tres décadas desde la aprobación y entrada en vigor de la Ley del Divorcio, me he encontrado con mujeres avergonzadas de haberse divorciado y hasta quien quería que su actual situación no constara en el Registro Civil (no fuera que se enteraran en el pueblo), o con expresiones de supuesta y abortiva gracia como “mujer divorciada, mujer fracasada”); o que quiere ser, simplemente, más que un hombre.
Por tanto, no conciben a una mujer abogado. Si se topan con una en un despacho no es ni la pasante, es “la chica” con todo el desprecio posible que nos vuelve a llevar a esa sociedad de mollera prehistórica, de los años ´60 y ´70 del pasado siglo donde la secretaria era aquella mujer que tenía la desfachatez de tener estudios (aunque fueran mínimos en comparación con los que se tiene de media en la actualidad), un trabajo que les permitiera vivir sin el sueldo de un hombre... Confunden las figuras y los términos y todo es lo mismo para ellos.
Al igual que desprecian a las pasantes, lo hacen con las reales secretarias y administrativas, como si su trabajo no fuera importante, como si no sirviera de nada. Incluso no conciben que se pague por ello. Atender al teléfono (que también toca si eres pasante en un humilde despacho, como todo lo que sigue a continuación), hacer escritos, buscar en bases de datos, atender a la gente, redactar minutas, cartas, comprar suministros... Al final, si estás en un pequeño despacho y tienes que encargarte tú de todo eso, acabarás hasta sintiendo el peso del mismo sobre los hombros. Y, aún así, “solo te dedicas a mirar el ordenador”.
Aunque me he dedicado a hablar de las mujeres, parte de lo que he dicho, también se extrapola a los pasantes hombres.
Lo mismo da que sea un despacho con una mujer y un hombre, con tres hombres y una mujer, que uno de tres mujeres con un solitario varón. Y si no es así, que alguien me contradiga en mi experiencia.
Como iba diciendo, lo mismo da, ya que la fémina siempre será la secretaria o “la chica” para los clientes, que lo dirán, encima, con cierto tono regado con un buen caldo de desprecio y asco. Sí, es así. No entra en sus torpes molleras ni la más mínima posibilidad de que lleguen a poseer carrera universitaria. ¡Imposible!
Seguramente si yo fuera el que estuviera leyendo esta líneas y no el que la está escribiendo, miraría de soslayo a la orla de promoción para darme, una vez más, cuenta de que las caras pobladas de pelusa o barba no representan más allá del 10% en su superficie enmarcada y colgada en el despacho o en el salón de casa de los padres de uno. Todo esto no obedece más que a una sociedad machista, pero ojo, que las mujeres son mucho perores con las propias mujeres. Serán las que empleen el desprecio hacia esas otras que trabajan como pasantes o como abogados (como secretarias de verdad, ya la cosa se pone bien fea).
Como iba diciendo, no sé si con mucho acierto y tino (espero que sí para iluminaros), será “la chica”, alguien “que le han hecho el favor de darle trabajo”, que “no se entera de nada”, que “solo está para abrir la puerta y recibir las broncas de los clientes”. Y si es amable, incluso, solo está “para que se abra de piernas”.
No es muy difícil determinar el origen de esta actitud por parte de la clientela (y por parte de algunos compañeros varones y, como ya indiqué, de mujeres). Todas nuestras simples pesquisas nos llevan al hilo de una sociedad un tanto cabeza cuadrada. Por un lado ser abogado es un trabajo de hombre y con esa opinión te encontrarás en muchos sitios. Las mujeres que han estudiado Derecho, para ellos, son las que fueron a la facultad a pasar el rato o a buscar marido, y si piensan trabajar gracias a sus estudios superiores es para hacerlo en una empresa tras un panel, o de procuradora de los tribunales (considerado por algunos como un trabajo al que deberían de dedicarse todas las mujeres, dejando la abogacía a los hombres). En este último oficio de la procuraduría, si encima tiene hijos, disgusta.
Una mujer abogado solo la conciben como una machorra de los años ´70, defensora de divorciadas (que aunque hayan pasado tres décadas desde la aprobación y entrada en vigor de la Ley del Divorcio, me he encontrado con mujeres avergonzadas de haberse divorciado y hasta quien quería que su actual situación no constara en el Registro Civil (no fuera que se enteraran en el pueblo), o con expresiones de supuesta y abortiva gracia como “mujer divorciada, mujer fracasada”); o que quiere ser, simplemente, más que un hombre.
Por tanto, no conciben a una mujer abogado. Si se topan con una en un despacho no es ni la pasante, es “la chica” con todo el desprecio posible que nos vuelve a llevar a esa sociedad de mollera prehistórica, de los años ´60 y ´70 del pasado siglo donde la secretaria era aquella mujer que tenía la desfachatez de tener estudios (aunque fueran mínimos en comparación con los que se tiene de media en la actualidad), un trabajo que les permitiera vivir sin el sueldo de un hombre... Confunden las figuras y los términos y todo es lo mismo para ellos.
Al igual que desprecian a las pasantes, lo hacen con las reales secretarias y administrativas, como si su trabajo no fuera importante, como si no sirviera de nada. Incluso no conciben que se pague por ello. Atender al teléfono (que también toca si eres pasante en un humilde despacho, como todo lo que sigue a continuación), hacer escritos, buscar en bases de datos, atender a la gente, redactar minutas, cartas, comprar suministros... Al final, si estás en un pequeño despacho y tienes que encargarte tú de todo eso, acabarás hasta sintiendo el peso del mismo sobre los hombros. Y, aún así, “solo te dedicas a mirar el ordenador”.
Aunque me he dedicado a hablar de las mujeres, parte de lo que he dicho, también se extrapola a los pasantes hombres.
5 comentarios:
Has dado en el clavo totalmente. Y además, en mi caso, aunque demuestre que sé más de la aplicación del derecho que otro compañero (varón), es a él a quien se le encomiendan los casos más "gordos", dejándome a mí los "pequeños" (vease, modificaciones de medidas, pequeños verbales, faltas...).
En fin, que ser mujer es sinónimo de no ser suficientemente buena.
Jolín, pues que suerte tengo!!!, en mi caso NUNCA me he sentido así no he sido tratada como "la chica" (no me refiero a esos clientes que su falta de cultura hace que todos seamos "chicos" y "chicas".
Un saludo y aunque no comparto tu idea, me gusta tu forma de desarrollarla.
Pues amiga Ángeles, me da la nariz que los próximos chistes te van a hacer gracia.
Carmen! Por fin encuentro la excepción! Confirma la regla? Eres la primera que me dice algo así, por que por lo demás, todas las mujeres abogado y pasante han vivido lo que he contado.
Pues así es. En mi despacho somos hombre y mujer, y desde los inicios si yo contesto al teléfono o abro la puerta me suelen preguntar "¿está el abogado? dando por hecho que yo no lo soy.. es por lo que dejé de coger el teléfono
Creo, yo misma, que he tocado en fibra sensible... jejeje.
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